Pantocrator II
Bogotá – Colômbia – Maio/2016.
A imagem sacra, o ícone litúrgico, representa principalmente o Cristo.
Ela não representa o Deus invisível e incompreensível; é a encarnação do Filho
de Deus que inaugurou uma nova "economia" das imagens:
Antigamente Deus, que não tem nem corpo nem aparência, não podia em
absoluto ser representado por uma imagem. Mas agora que se mostrou na carne e
viveu com os homens posso fazer uma imagem daquilo que vi de Deus.
A iconografia cristã transcreve pela imagem a mensagem evangélica que a
Sagrada. Escritura transmite pela palavra. Imagem e palavra iluminam-se
mutuamente. A iconografia é uma sucinta profissão de fé, que concorda com a
pregação da história evangélica, crendo que, de verdade e não na aparência, o Verbo
de Deus se fez homem. (CIC 1160)
Toda a iconografia é referente ao Cristo, inclusive quando se trata da
Virgem Mãe de Deus e dos santos. Significam o Cristo que é glorificado neles.
Por meio de seus ícones, revela-se à nossa fé o homem criado "à imagem de
Deus" (cf. Rm 8,29; IJo 3,2) e transfigurado «à sua semelhança», assim
como os anjos, também recapitulamos em Cristo. (CIC 1161)
O culto cristão das imagens não é contrário ao primeiro mandamento, que
proíbe os ídolos. De fato, "a honra prestada a uma imagem se dirige ao
modelo original" (S.Basílio), e "quem venera uma imagem venera a
pessoa que nela está pintada" (Conc. de Nicéia; Trento; Vaticano II). A
honra prestada às santas imagens é uma «veneração respeitosa», e não adoração,
que só compete a Deus. (CIC 2132).
"A beleza e a cor das imagens estimulam minha oração. É uma festa
para os meus olhos, tanto quanto o espetáculo do campo estimula meu coração a
dar glória a Deus" (S.J.Damasceno). A contemplação dos ícones santos,
associada à meditação da Palavra de Deus e ao canto dos hinos litúrgicos, entra
na harmonia dos sinais da celebração para que o mistério celebrado se grave na
memória do coração e se exprima em seguida na vida dos fiéis.(CIC 1162).
Algo sobre a inculturação...
Decidi pintar este Cristo com inúmeros símbolos ao fundo, como que
simbolizando os inúmeros desafios na atualidade diante do processo de
inculturação.
Crentes de todas as religiões vivem a sua fé "inculturada", ou
seja, de acordo com os valores, idéias e sistemas de expressão e ação de sua
própria cultura. O mesmo se aplica à fé cristã. Um problema surge quando se
tenta levar o Evangelho de Jesus para as pessoas de culturas diferentes a dos evangelizadores. O problema já se
apresentava na época do Novo Testamento, quando Barnabé e Paulo começaram a missionar
entre os não-judeus. Voltou-se a apresentar, quando, a partir do Renascimento,
estava se formando na Europa já critianizada a cultura moderna.
Embora o Concílio Vaticano II (1962-1965) deu os primeiros passos de
abrir a Igreja Católica ao mundo moderno, ela está longe de ser capaz de
resolver o problema da inculturação da fé na modernidade. Para avançar, é
preciso haver nela um laicato adulto em sua fé e que toda a Igreja tenha a
atitude de empatia em direção à modernidade. Segundo o autor, um ponto focal
neste processo é o fenômeno, cada vez mais decisivo, da ciência e da
tecnologia.
Hoje, vemos claramente que a inculturação do Evangelho é necessária não
só quando se trata de levar a Boa Nova da fé a um povo que até agora não o conhecia, mas também quando, em uma cidade
que já recebeu e acolheu em certa medida o Evangelho, onde ocorre um período de
intensa e rápida mudança cultural. É, no meu entender, a situação atual no
Chile (e, mais em geral, de todos os países no hemisfério sul), sobmetido a
pressão do chamado processo de globalização, que não parece ser outra coisa que
a difusão no mundo inteiro da cultura moderna, típica dos países
"desenvolvidos" do hemisfério norte, uma cultura de forte cunho
científico e técnico. (LA INCULTURACIÓN DEL EVANGELIO, UN DESAFÍO CRUCIAL DE LA IGLESIA
CATÓLICA - Sergio Silva G., ss.cc.).
"Se queremos nos encontrar com Cristo ressuscitado, cheio de vida e de
força criadora, devemos buscá-lo, não em uma religião morta, reduzida ao cumprimento
e observância externa de leis e regulamentos, mas onde se vive de acordo com o
Espírito de Jesus, acolhida com fé, com amor e responsabilidade por seus
seguidores. A Ele não vamos encontrar em uma fé parada e rotineira, gasta em
toda espécie de tópicos e fórmulas vazias de experiência, mas à procura de uma
nova qualidade em nosso relacionamento com ele e em nossa identificação com o
seu projeto. Um Jesus
opaco e sem vida, que não atrai nem seduz, que não toca os corações nem
contagia sua liberdade, é um "Jesus morto". Não é o Cristo vivo,
ressuscitado pelo Pai. Não é o que vive e faz viver". (José Antonio Pagola)
Luís Renato C. de
Oliveira, SJ.
Pantocrator II
Bogota – Colombia – Mayo/2016.
La imagen sagrada, el icono litúrgico, representa principalmente a
Cristo. No representa al Dios invisible e incomprensible; es la encarnación del
Hijo de Dios, que inauguró una nueva "economía" de las imágenes:
Anteriormente Dios, que no tiene ni el cuerpo ni la apariencia, podría no
ser en absoluto representado por una imagen. Pero ahora que se mostró en la
carne y ha vivido con los hombres, puedo hacer una imagen de lo que vi de Dios.
Iconografía cristiana transcribe por la imagen el mensaje evangélico que
la Sagrada Escritura transmite por la palabra. Imagen y palabra se esclarecen
mutuamente. La iconografía es una breve profesión de fe, que está de acuerdo
con la predicación de la historia del Evangelio, en la creencia de que, en
verdad, no en apariencia, la Palabra de Dios se ha hecho hombre. (CIC 1160).
Toda la iconografía está relacionada con Cristo, aun cuando se trata de
la Virgen Madre de Dios y de los santos. Significar Cristo que es glorificado
en ellos. A través de sus iconos, se revela a nuestra fe el hombre creado
"a imagen de Dios" (Romanos 8:29; I Juan 3,2) y transfigurado "a
su semejanza", como los ángeles también se recapitulan en Cristo. (CIC
1161).
El culto cristiano de las imágenes no es contrario al primer mandamiento,
que prohíbe a los ídolos. De hecho, "el honor dado a una imagen se dirige
al modelo original" (S. Basilio), y "el que se venera una imagen
venera a la persona en su interior está pintado" (Conc de Nicea,. Trent,
el Vaticano II). El honor tributado a las imágenes sagradas es una
"veneración respetuosa", no es adoración, el culto que sólo depende
de Dios. (CIC 2132).
"La belleza y el color de las imágenes estimulan mi oración. Es una
fiesta para los ojos por lo que el campo del espectáculo estimula mi corazón
para dar gloria a Dios" (S.J.Damasceno). La contemplación de los iconos
sagrados asociados con la meditación de la Palabra de Dios y el canto de
himnos, entra en la armonía de las señales de celebración por lo que el
misterio celebrado es grave en la memoria del corazón y se expresa a
continuación, en la vida de los fieles. (CIC 1162).
Algo sobre la inculturación...
Decidí a pintar este Cristo con numerosos símbolos en el fondo, como si
simboliza los muchos desafíos hoy ante el proceso de inculturación.
Los creyentes de cualquier religión viven su fe “inculturada”, es decir,
de acuerdo a los valores, ideas y sistemas de expresión y de acción de su
propia cultura. Lo mismo ocurre con la fe cristiana. Um problema surge cuando
se intenta llevar el Evangelio de Jesús a pueblos de culturas diferentes de la
de los evangelizadores. El problema ya se presentó en la época del Nuevo
Testamento, cuando Bernabé y Pablo empezaron a misionar a los no judíos. Volvió
a presentarse cuando, a partir del Renacimiento, se fue gestando en la Europa
ya cristianizada la cultura moderna. Aunque el Concilio Vaticano II (1962-1965)
dio los primeros pasos de apertura de la Iglesia católica hacia el mundo moderno,
ésta está lejos de haber logrado resolver el problema de la inculturación de la
fe en la modernidad. Para avanzar, se requiere que haya en ella un laicado
adulto en su fe y que toda la Iglesia tenga uma actitud de empatía ante la
modernidad. A juicio del autor, un punto neurálgico en este proceso lo
constituye el fenómeno, cada vez más decisivo, de la tecnociencia.
Hoy vemos con claridad que la inculturación del Evangelio se hace
necesaria no sólo cuando se trata de llevar la Buena Nueva de la fe a un pueblo
que hasta ahora no la ha conocido, sino también cuando, en un pueblo que ya ha
recibido y acogido en alguna medida el Evangelio, se produce un período de
cambio cultural intenso y rápido. Es a mi entender la situación actual de Chile
(y, más en general, de todos los países del hemisfério sur), sometido a la
presión del llamado proceso de globalización, que no parece ser otra cosa que
la difusión al mundo entero de la cultura moderna, propia de los países “desarrollados”
del hemisferio norte, una cultura de fuerte impronta científico-técnica. (LA INCULTURACIÓN DEL
EVANGELIO, UN DESAFÍO CRUCIAL DE LA IGLESIA CATÓLICA - Sergio Silva G., ss.cc.).
"Si queremos encontrarnos con Cristo resucitado, lleno de vida y de
fuerza creadora, lo hemos de buscar, no en una religión muerta, reducida al
cumplimiento y la observancia externa de leyes y normas, sino allí donde se
vive según el Espíritu de Jesús, acogido con fe, con amor y con responsabilidad
por sus seguidores. Al que vive no lo encontraremos en una fe estancada y
rutinaria, gastada por toda clase de tópicos y fórmulas vacías de experiencia,
sino buscando una calidad nueva en nuestra relación con él y en nuestra
identificación con su proyecto. Un Jesús apagado e inerte, que no enamora ni
seduce, que no toca los corazones ni contagia su libertad, es un «Jesús
muerto». No es el Cristo vivo, resucitado por el Padre. No es el que vive y
hace vivir." (José Antonio Pagola)
Luís Renato C. de
Oliveira, SJ.
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