domingo, 24 de abril de 2016

Cristo Cordeiro


Cristo Cordeiro

Bogotá, Março/2016.

 

“Fizeste-nos, Senhor, para ti, e o nosso coração

anda inquieto enquanto não descansar em ti.”

Santo Agostinho

 

Continuo propondo a oração com os ícones. É através da oração que estabelecemos esta relação de amizade e amor com Deus. Sem isso, não podemos viver. Talvez possamos sobreviver, mas não viver de fato. É como se tentássemos criar um peixe fora de seu ambiente natural: a água. O ambiente natural do homem é Deus, é o Céu. Talvez fora desse habitat natural ele possa até sobreviver, mas nunca poderá viver plenamente. Quando estamos longe desse habitat sentimo-nos deslocados. Muitas vezes não sabemos o que fazer, sentimo-nos desamparados e tristes. Diria que este é o grande mal pelo qual o mundo sofre: os homens não estão vivendo em seu habitat natural. O homem sente saudades de Deus.

 

Outro dia compartilhou comigo um companheiro jesuíta, Guillermo Zapata: "A arte assim nos apresenta o invisível tornando-se visível, o sentido encarnado na história, ou como foi definido pelo Conselho de Nicéia, na luz de Deus, habitando entre os homens, feita linguagem, vida, amor e ternura de um Deus que existe como luz do sagrado e transcendente faz-se carne e osso de nossa história. Se todo homem e mulher é um sinal, símbolo, sacramento, ou revelação do mistério insondável de Deus, a partir daí, intuimos que a arte é parte do diálogo entre Deus e o homem, que é a própria essência da nossa fé. A arte, que é estética, ou seja, passo para a alegria e prazer dos sentidos, é a linguagem privilegiada para aproximar-nos ao inefável, e ao mistério mesmo do homem e de Deus.”(Cf. em “El arte camino de lo inefable ética, estética, felicidad”).

 

E sobre a inculturação estava lendo outro dia: "A Igreja antiga certamente fez uma inculturação da fé: ela pegou elementos da filosofia e da cultura grega. No entanto, a inculturação da fé também marcou uma ruptura com os elementos centrais dessa cultura. Para citar apenas um caso, o mais escandaloso, a encarnação, tal como concebido pela fé cristã, teve que quebrar os modelos de pensamento no esquema grego: Deus e o homem poderia dar ambos totalmente na mesma pessoa, nenhum ser humano é transformado em algo mais elevado ou divino se rebaixaria a ser uma espécie de intervalo. Jesus Cristo não é nem um semideus até mesmo um meio-homem, mas verdadeiro Deus e verdadeiro homem. Assim, o processo de inculturação, quando é alcançada, compreende uma dupla perspectiva: a assimilação da cultura em que o cristianismo é dito e vivido, juntamente com a crítica e transformação da cultura, pela força do Evangelho". (Cf. Gabino Uríbarri, Tres cristianismos insuficientes). 

 

O Cordeiro de Deus ...

 

"Que suba a minha oração, como incenso diante de ti e (seja) a elevação das minhas mãos sacrifício da tarde." Todo cristão reconhece que ele deve ser entendido que a mesma cabeça, para o dia declina, e, à tarde, o Senhor, que por sua vez levaria sua alma, ele se entregou voluntariamente à cruz; No entanto, aí estávamos personificados. O que estava suspendendo-o no madeiro? O que nos levou. Como pôde acontecer que Deus Pai desprezado e abandonar por um tempo o único Filho, que é Deus com ele? No entanto, cravando na cruz nossa fraqueza, que, como diz o Apóstolo, "foi crucificado com ele o nosso velho homem", gritou a voz deste homem dizendo: "Meu Deus, meu Deus, por que me abandonaste?". Então, um sacrifício da tarde, a paixão do Senhor, cruz do Senhor, oblação de acolhimento saudável, é um holocausto aceito por Deus. Aquele sacrifício da tarde se tornou dom matutino na ressurreição. Após a oração que se eleva coração puro sobe como piedoso incenso no sagrado altar. Nada é mais delicioso do que o cheiro do Senhor; expire todo esse cheiro todos que acreditam." (SAN AGUSTÍN, Enarraciones sobre los Salmos, 140, 5, en Obras completas XXII, BAC, Madrid 1967, 640-641).

 

Toda a vida cristã é completamente marcada pelo sinal da Páscoa de Cristo, e no coração de cada celebração eucarística e sacramental. O Tempo Pascal recorda insistentemente, e oferece a todos os crentes, comunidades cristãs e para toda a Igreja a oportunidade de se tornar mais consciente e melhor integrar em sua existência diária a dimensão fundamental da fé.

 

A fé não é um ponto de chegada no qual se estabelece tranquila e definitivamente no final de uma viagem mais ou menos rápida e trabalhosa. É uma resposta de uma vida, com certeza você pode passar por períodos de hesitação e dúvida. Deve ser renovada, vivificada, aprofundada constantemente, através de uma leitura ininterrupta e atenta das Escrituras, com a ajuda de outros crentes.

 

Que os atrasos e hesitações de nossa fé não nos impeça de anunciar com vigor e humildade: "Cristo ressuscitou! Aleluia ".

 

Luís Renato C. de Oliveira, SJ





 

Cristo Cordero
Bogota, Marzo/2016.
 
"Nos hiciste, Señor, para ti, y nuestro corazón
camina inquieto hasta que descanse en ti ".
San Agustín
 
Sigo ofreciendo la oración con los iconos. Es através de la oración que hemos establecido esta relación de amistad y amor con Dios. Sin ella no podemos vivir. Talvez podamos sobrevivir pero no vivir de verdad. Es como tratar de crear un pez fuera de su entorno natural: el agua. El entorno natural del hombre es Dios, es el cielo. Talvez fuera de este hábitat natural el puede sobrevivir, pero nunca puede vivir plenamente. Cuando estamos fuera de este hábitat sentimos desplazados. A menudo no sabemos qué hacer, nos sentimos desamparados y tristes. Yo diría que este es el gran mal por el cual el mundo sufre: los hombres no viven en su hábitat natural. El hombre siente nostalgia de Dios.
 
Compartia comigo un compañero jesuíta, Guillermo Zapata: “El arte así nos presenta lo invisible hecho visible, el sentido encarnado en la historia, o como lo definió el concilio de Nicea, de esa luz de Dios habitando en medio de los hombres, hecha lenguaje, vida, amor y ternura de un Dios que existe como luz de lo sagrado y trascendente haciéndose carne y hueso de nuestra historia. Si todo hombre y toda mujer es signo, símbolo, sacramento o revelación del misterio insondable de Dios, desde allí intuimos que el arte se inscribe en el diálogo entre Dios y el hombre, es decir en la esencia misma de nuestra fe. El arte, que es estética, es decir, paso por el gozo y el placer de los sentidos, es el lenguaje privilegiado para acercarnos a lo inefable, y al misterio mismo del hombre y de Dios.” (Cf. em “El arte camino de lo inefable ética, estética, felicidad”).
 
Y acerca de la inculturación leía otro dia: “La Iglesia antigua realizó, ciertamente, una inculturación de la fe: asumió elementos de la filosofía y de la cultura griega. Sin embargo, la inculturación de la fe supuso también una fuerte ruptura con elementos centrales de dicha cultura. Por poner solamente un caso, el más escandaloso, la encarnación, tal y como la concibe la fe cristiana, hubo de romper los moldes de lo pensable en el esquema griego: que Dios y hombre se pudieran dar a la vez en plenitud en la misma persona, sin que lo humano se transmutara en algo superior ni lo divino se rebajara a una suerte de ser intermedio. Jesucristo no es ni un semidios ni un semihombre, sino Dios verdadero y hombre verdadero. Así, pues, el proceso de inculturación, cuando resulta logrado, comprende una doble perspectiva: la asimilación de la cultura en la que el cristianismo se dice y se vive, junto con la crítica y la transformación de dicha cultura, mediante la fuerza del Evangelio.” (Cf. Gabino Uríbarri, Tres cristianismos insuficientes). 
 
El cordero de Dios...
 
«Suba mi oración como incienso a tu presencia y (sea) la elevación de mis manos sacrificio vespertino». Todo cristiano reconoce que debe entenderse esto de la misma Cabeza, pues al declinar el día, ya en la tarde, el Señor, que de nuevo volvería a tomar su alma, la entregó en la cruz voluntariamente; sin embargo, allí estábamos personificados nosotros. ¿Qué pendía de él en el leño? Lo que tomó de nosotros. ¿Cómo podía acontecer que Dios Padre desdeñase y abandonase por algún tiempo al único Hijo, que es un solo Dios con él? Sin embargo, clavando en la cruz nuestra flaqueza, en la cual, según dice el Apóstol, «fue crucificado con él nuestro hombre viejo», clamó con la voz de este hombre diciendo: «Dios mío, Dios mío, ¿por qué me abandonaste?». Luego aquel sacrificio de la tarde, la pasión el Señor, la cruz del Señor, la oblación de la hostia saludable, es un holocausto acepto a Dios. Aquel sacrificio vespertino se convirtió en don matutino en la resurrección. Luego la oración que sube pura del corazón piadoso se eleva como incienso de ara santa. Nada hay más deleitable que el olor del Señor; exhalen este olor todos los que creen.” (SAN AGUSTÍN, Enarraciones sobre los Salmos, 140, 5, en Obras completas XXII, BAC, Madrid 1967, 640-641)
 
Toda la vida cristiana está completamente marcada por el signo de la Pascua de Cristo, y en el corazón de cada celebración eucarística y sacramental. El tiempo pascual lo recuerda con insistencia, y ofrece a todos los creyentes, a las comunidades cristianas y a la Iglesia entera la oportunidad de tomar mayor conciencia y de integrar mejor en su existencia cotidiana esta dimensión fundamental de la fe.
 
La fe no es una cumbre en la que uno se instala tranquila y definitivamente al término de un itinerario más o menos rápido y laborioso. Es respuesta de toda una vida, certeza que puede pasar por periodos de vacilación y duda. Es necesario renovarla, vivificarla, profundizar en ella sin cesar, por medio de una relectura ininterrumpida y atenta de las Escrituras, con la ayuda de los otros creyentes.
 
Que las demoras y vacilaciones de nuestra fe no nos impidan proclamar con fuerza y humildad: «Cristo ha resucitado! ¡Aleluya!».
 
Luís Renato C. de Oliveira, SJ




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